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  • Menopausia: ¿Por qué no disfrutarla?
  • 9/08/2021
  • Desde Laboratorio Proyar queremos compartir con ustedes la 1º parte de un articulo exclusivo para Laboratorio Proyar, redactado por el Dr. Jorge Alonso. Médico, MN 67.640, Director del posgrado de Fitomedicina de la U.B.A. y Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Fitomedicina.

    Menopausia: ¿Por qué no disfrutarla? (Parte 1)

    Entendemos por Menopausia a aquel período del ciclo vital de la mujer caracterizado por el cese de las menstruaciones (más precisamente se inicia luego de haber pasado un año del último período) y que coincide con una merma de la actividad hormonal. La edad de comienzo se sitúa generalmente entre los 45 y 52 años, aunque existen algunas excepciones. Como todos saben, el cese de la actividad hormonal no ocurre en forma repentina sino que es antecedido por una serie de síntomas y trastornos premonitorios conocidos como Climaterio, entre los que destacan alteraciones de la menstruación (alargamiento o acortamiento de los períodos), disminución de la libido, edemas, alteraciones emocionales, etc.

    La llegada de la menopausia debe entenderse como una nueva etapa en la vida de la mujer y no como una antesala de la senectud. Tampoco es una enfermedad, como suelen apuntar algunos laboratorios productores de hormonas. En definitiva, podemos definir la menopausia como una etapa de madurez afectiva e intelectual, en donde acontece una merma normal en la producción hormonal de estrógenos, y en donde la experiencia acumulada en la vida se constituye en el principal tesoro de este nuevo ciclo. Incluso en muchas ocasiones, las mujeres que transitan por ella resultan más interesantes y tienen otros atractivos que las hacen sentir igualmente espléndidas.

    Sin embargo, la aparición de algunos síntomas nuevos debe tomarse como parte de este cambio y no como señales de declinación. Uno de los síntomas clásicos suelen ser los calores o sofocos, que expresan esa alteración hormonal latente y normal de esta etapa. Simultáneamente pueden aparecer estados depresivos pasajeros, cefaleas o jaquecas, dolores articulares, pérdida mayor de calcio en los huesos, sequedad cutánea y vaginal, mayor fragilidad capilar, retención de líquido y tendencia al aumento de peso.

    Lógicamente si no se toman cartas en el asunto, dichos síntomas expresivos de esta trasformación, pueden resultar molestos e incluso instalarse, lo cual aquí sí le daría un carácter o entidad de “patología” a quien los padece. Sin embargo, la fuerza vital con la cual se debe encarar esta etapa de la vida, debe prevalecer y sobreponerse ante cualquier contingencia. Claro está que para poder enfrentar mejor este cambio, la actitud mental positiva podrá acompañarse con algunos productos que logren suavizar o atenuar todo ese cortejo sintomatológico molesto.

    Generalmente los ginecólogos suelen recomendar a sus pacientes la toma de estrógenos sintéticos, entendiéndose que gran parte de estos cambios obedecen a la falta de respuesta hormonal a esta edad. Para ellos, la lógica indica que si el organismo no fabrica más estrógenos, habrá que administrarlos por alguna vía alternativa para continuar manteniendo la actividad hormonal de la mujer. ¿Los resultados? Indudablemente las mujeres que reciben hormonas por vía oral o inyectable experimentan mejorías subjetivas del estado de ánimo, con reducción del nivel de descalcificación y atenuación de los sofocos. Sin embargo, todo esto no es gratuito. En muchas ocasiones, y en especial con tratamientos muy prolongados, esos beneficios son ensombrecidos con la aparición de hipertensión arterial, várices, incremento de peso, mayor caída de pelo, trastornos hepáticos y, lo más grave, aparición de tumores malignos hormonodependientes.

    Ante esta disyuntiva el médico deberá evaluar costo/beneficio de dicha terapia. Muchos ginecólogos insisten en relativizar estos peligros aduciendo que el porcentaje en que se presentan es muy bajo. Sin embargo, para la paciente que le aparece un tumor de útero o de mama por la terapia hormonal, el porcentaje es del 100%. ¿Cómo le explicamos a ella que estadísticamente la probabilidad era muy baja? ¿Cómo le hacemos entender que si ella no recibía dicha terapia muy probablemente no le hubiera pasado nada? Todos estos interrogantes surgen ante hechos consumados donde poco ya se puede hacer.

     

    Continuará en segunda entrega.

     

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