Desde Laboratorio Proyar queremos compartir con ustedes la 1º parte de un articulo exclusivo para nuestros clientes, redactado por el Dr. Jorge Alonso. Médico, MN 67.640, Director del posgrado de Fitomedicina de la U.B.A. y Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Fitomedicina.
La llegada del invierno trae aparejado cada año un cambio adaptativo del sistema inmune ya que en el medio ambiente aparecen nuevos virus y bacterias que amenazan nuestras defensas. Si bien el organismo “es sabio” y prepara su batería defensiva antiaérea frente a los nuevos agresores, en muchos casos este sistema defensivo es insuficiente ya que muchos virus mutan y no son reconocidos por las defensas. Esto ocurre fundamentalmente con el virus de la Influenza (relacionado a la Gripe) que años a año trae versiones nuevas, y no permite tener una vacuna totalmente efectiva. A ello se suman factores como la tercera edad (donde la producción de linfocitos y anticuerpos es menor) así como enfermedades que aumentan el factor de riesgo, tales como la diabetes, cáncer, inmunodeprimidos, personas con antecedentes de enfermedades broncopulmonares, personas que viven hacinadas, etc.
En este contexto, podemos colaborar con nuestro sistema inmune a través de diferentes medidas, como ser una correcta alimentación (sana, equilibrada en nutrientes y con una cantidad de calorías adecuada), actividad física acorde al peso y edad, terapias corporales en función de la armonización entre cuerpo y mente (yoga, meditación, mindfulness, tai chi, qi gong, etc.). Sin embargo, existe un aporte extra considerado el más importante entre los recursos que podemos incorporar, y es ni más ni menos que el aporte que hacen las plantas medicinales, uno de los recursos ancestrales que ha convivido paralelo a la evolución del hombre.
Las plantas que debemos seleccionar para afrontar las enfermedades invernales son aquellas que más allá de tener una acción estimulante del sistema inmune, puedan tener un efecto antimicrobiano amplio, especialmente frente a los virus invernales. En ese grupo, destacamos la equinácea, cuya parte aérea y raíz han dado sobradas muestras de efectividad en ensayos clínicos frente a las diferentes versiones del virus de la influenza. En la epidemia de gripe aviar y porcina del año 2009, la equinácea dio grandes beneficios protectores en la población, logrando mayor eficacia que la droga oseltamivir, que fue la elegida por la industria farmacéutica. La equinácea, además, ha demostrado en experiencias preclínicas, efectos inhibitorios sobre las versiones de coronavirus SARS y MERS, emparentadas al COVID-19.
La equinácea conviene tomarla (en sus diferentes presentaciones como tinturas o comprimidos) durante 3 semanas seguidas, y luego de un descanso de 14 días, se puede volver a reiterar un nuevo ciclo de semanas. En ese esquema ha sido siempre muy eficaz para evitar contraer el virus de la gripe. Incluso en personas que contrajeron gripe, la equinácea redujo considerablemente los días en cama durante la convalecencia de la enfermedad.
Un producto que también ha demostrado excelentes cualidades tanto antibacterianas como antivirales es el propóleos, elaborado por las abejas para protección de su panal. El propóleos cuenta con un principio activo muy valorado (incluso durante la pandemia del COVID-19 Y EL Dengue) que es la quercetina. Este flavonoide demostró inactivar proteínas que facilitan el ingreso de los virus y bacterias dentro del árbol pulmonar. Por otro parte, los polifenoles del propóleos cumplen funciones antioxidantes, antiinflamatorias e inmunoestimulantes. El propóleos se puede tomar por vía oral en forma de aerosol (para aplicar a nivel bucofaríngeo), caramelos o tinturas.