Queremos compartir con ustedes la 1º parte de un articulo exclusivo para Laboratorio Proyar, redactado por el Dr. Jorge Alonso. Médico, MN 67.640, Director del posgrado de Fitomedicina de la U.B.A. y Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Fitomedicina.
Acidez, gastritis, reflujo. (Parte 1)
El estado de acidez estomacal, en el estricto sentido de la palabra, es una situación normal que permite la correcta digestión de los alimentos una vez que estos hayan pasado por el esófago. Así como es normal que tengamos ciertas dosis de estrés, que permiten repensar situaciones y actuar en consecuencia, también es necesaria cierta dosis de acidez para cumplir con los procesos normales digestivos. El problema se suscita cuando existe un EXCESO de acidez, que sobrepase las necesidades básicas requeridas para la correcta digestión, lo cual puede irritar el piso del estómago e inflamarlo, lo que conlleva a generar los típicos cuadros de gastritis.
Las gastritis se clasifican en agudas y crónicas. Las primeras ocurren de repente y pueden repetirse escalonadamente con el trascurrir de las semanas, manifestándose a través de dolores en la boca del estómago, acompañados ocasionalmente de episodios de reflujo ácido (especialmente nocturnos). El sabor amargo en la boca, la sensación de pirosis (quemazón) detrás del esternón y episodios de náuseas o vómitos, pueden complementar el cuadro sintomatológico. La intolerancia a las frutas ácidas, café, mate, té, grasas o harinas (pan) también son elementos acompañantes.
En cambio las gastritis crónicas, suelen ser el elemento de instalación definitiva del proceso agudo no resuelto. Los síntomas pasan más solapados, sin la efervescencia del proceso agudo, pero generando casi siempre distensión abdominal (gases o meteorismo) y esa sensación de no haber digerido bien la comida. Al existir periodos de tiempo donde cursan de manera asintomática, eso a menudo hace confundir al paciente creyendo que el proceso está revirtiendo, lo que ocasiona que vuelva a descuidarse con las comidas, y así generar un agravamiento paulatino del cuadro. En el curso crónico del proceso, es importante descartar la presencia de una bacteria, conocida como Helicobacter pylori, la cual participa activamente en el proceso de cronificación del proceso.
La forma correcta de diagnosticar las gastritis y los episodios de reflujo ácido, es mediante videoendoscopía alta, la cual es siempre un complemento de la revisación clínica, y puede detectar la presencia de inflamación de la mucosa gástrica, presencia de úlceras, duodenitis y hasta hernia hiatal (responsable del reflujo ácido hacia el esófago). Es un procedimiento muy útil, indoloro, que puede hacerse con o sin anestesia. Las seriadas gastroduodenales con sustancia de contraste son también útiles, pero ya están en desuso a favor del procedimiento endoscópico antes señalado.
El tratamiento tanto de la acidez, gastritis como del reflujo debe iniciarse en primera instancia con un cambio en la dieta, eliminando los alimentos agresivos para el estómago, armonizando la situación emocional del paciente, y evitando hábitos poco saludables (tabaco, alcohol, etc.). El tema del consumo de lácteos ha generado un gran debate a nivel científico, ya que a muchos pacientes los lácteos han demostrado empeorarles el cuadro, mientras a otros les sucede lo contrario. Quizás el hecho de saber qué tipo de caseína predomina en el lácteo a consumir pueda ser la clave de la intolerancia de muchos pacientes. De ahí que se preconice leche de búfala, de cabra o de vacas como el sebú, que se sabe que contienen un tipo de proteína (caseína) mucho menos inflamatoria que el de otras reses.
El abordaje farmacológico convencional suele basarse en el suministro de antiácidos, especialmente aquellos pertenecientes a la familia de los prazoles (omeprazol, lansoprazol, esomeprazol, etc.). Si bien son mayormente efectivos en el control de los síntomas, es cierto también que su uso en el largo plazo puede generar efectos adversos. En el caso del omeprazol (quizás el prazol más recetado), su uso a largo plazo demostró aumentar el riesgo de que aparezcan lesiones gástricas premalignas, como pólipos, atrofia y metaplasia intestinal (transformación de la mucosa gástrica en otra de tipo intestinal), así como de osteoporosis. A ello se suma la posibilidad de disminuir los niveles de magnesio en sangre, lo cual se asocia a contracturas musculares, fatiga, desorientación o mareos y hasta alteraciones en el ritmo cardíaco. Ante la aparición de este tipo de situaciones, se debe consultar siempre con el médico de cabecera que recetó este tipo de producto, a efectos de evaluar la conveniencia o no de seguir con este tipo de medicamentos.
Continuará en segunda entrega.